martes, 19 de julio de 2016

LA SERPIENTE DE ORO

Sra ELISA RUIZ CARRASCO

Había una vez, un hombre llamado Serapio aproximadamente de unos 70 años, Muy aficionado a la cacería de venados. Tenía un perro llamado “Amigo”, por cierto, su fiel amigo inseparable.
Un buen día y como de costumbre preparó su vieja escopeta, se puso sus polainas, su ropa remendada y su sombrero de junco, llamó a su fiel “Amigo” y echó a caminar llevando sobre sus hombros la escopeta y su alforja hecha de pabilo, la cual le servía para cargar su fiambre y su calabaza con agua para el día. Don Serapio era un hombre solo, sin familia, en la casa solo le acompañaba su perro, nunca tuvo hijos, el tiempo y los años lo fueron doblegando, sus ojos ya estaban empañados y marchitos pero con la mirada firme y segura. Se dirigió hacia el “jagüey”, ahí donde los animales salvajes que habitan en el cerro aplacan su sed. Un lugar adecuado para que Don Serapio se camuflara y esperara su ansiada presa, aunque esta vez la suerte le fallaría. Ya avanzado el medio día decide sacar su fiambre y comer, aprovechando que a esta hora los venados estarían sesteando por el fuerte sol. Le dio una palmadas al lomo de su perro y cariñosamente le dice “Amigo” vamos a comer, llego la hora de echarle algo a la panza… la tripas me crujen de hambre… su “Amigo” fiel, mueve la cola alegremente como si comprendiera lo que su amo le dice. Don Serapio busca un lugar cómodo para sentarse y descansar, saca de su alforja un mate repleto de chifles con cecina asada, comparten tranquilo y alegre con su fiel “Amigo”, no imaginando que sería la última vez que compartían juntos.
Cuando terminaron de almorzar Don Serapio se levantó y se dispuso a internarse en el chaparral, escondite que el mismo había preparado. La espera se hacía larga y la tarde empezaba a caer, cansado por el agobiante sol, le dice a su “Amigo” acariciándole: - Vaya vaya, Amigo que día, que malo este día, no es bueno para cazar, echémosle mejor regreso a la posada, mañana será otro día.
De pronto de un solo salto se puso de pie, grande fue su sorpresa al ver aparecer una enorme serpiente… pero la serpiente no era como las demás, esta era enorme y brillaba con el sol, al moverse entre el monte dejaba ver reflejos de luz dorada y al resbalar sobre las piedras dejaba un misterioso brillo sobre ellas…
Don Serapio estaba casi mudo, estaba asustado y temblando de miedo, sus ojos se abrieron como nunca y sentía que su sangre dejaba de correr, de pronto como por instinto sus manos empuñaron la escopeta y como un loco empieza a disparar sin poder pegarle ningún tiro, sus manos temblaban, no era como cuando cazaba venados y sus brazos empuñaban fuertemente la escopeta y no desperdiciaba ningún tiro, esta vez el pulso le fallaba hasta que se le agotaron sus fuerzas, se apoderó de él un miedo terrible y con su voz entrecortada empezó a gritar angustiosamente, su fiel “Amigo” que había permanecido nervioso ante la escena y al ver a su amo en peligro se abalanza contra el animal , demostrando su bravura de fiera salvaje y todo parecía que no permitiría que aquella bestia dañe a su amo. Don Serapio aterrorizado solo esperaba ver con angustia, como su inseparable amigo sería devorado por el terrible animal, pero asombrosamente esto no sucedió… al contrario, la serpiente en ningún momento atacó al animal y más bien empezó a retroceder, deslizándose por los inmensos peñascos del cerro Pilan, el perro le siguió ladrando enfurecido, Don Serapio vio entonces que su perro desaparecía tras la enorme serpiente de oro… al rato y sobreponiéndose del gran susto, ya más calmado Don Serapio esperó a que su perro regresara, la tarde ya fenecía y la noche empezaba a caer, cansado de esperar decide regresar a su choza, con la esperanza de que seguro el perro ya había regresado tal vez por otro camino, al llegar se dio cuenta que no era como él pensaba, el perro no estaba por ningún lado, esa noche Don Serapio no pudo dormir, se daba vueltas y vueltas en su barbacoa de un lado a otro esperando ver llegar a su perro, le asaltaba el miedo y recordaba lo sucedido aquella tarde… ya casi amanecía y el perro nada de llegar, cuando por fin asomó el sol y al ver que su perro no volvía decidió ir a buscarlo…


Llego hasta el “jagüey”, que alegría sintió al ver a su perro, se acercó al él rápidamente llamándole ¡Amigo! ¡Amigo!, pero el perro ni siquiera le mueve la cola, cabizbajo le mas bien huye…Don Serapio hablándole con cariño le llama, lo trata de convencer inútilmente, le invita de comer de beber y nada, el perro más bien retrocedía, se mostraba muy extraño, temeroso, nervioso, era como si algo le impidiera acercarse…Don Serapio ni cuenta se dio que el día avanzaba el seguía empecinado a que su perro regresara con él, ni el hambre ni la sed impedían que el siga llamando a su perro, hasta que la noche empezaba a asomarse y con la tristeza que llenaba su alma decide regresar. Era su único compañero, su único “Amigo” fiel… trascurrían los días y nunca regresó su fiel amigo. Cuentan que después ya no lo veía al perro, solo escuchaba sus ladridos, a veces cerca, de veces más lejos, él lo buscaba entre los matorrales pero nunca lo alcanzaba a ver sin embargo si escuchaba los ladridos entre los peñascos, entre el monte, seguro fue el encanto del cerro Pilan, dicen que si no hubiera estado el perro, el cerro hubiera encantado a don Serapio y seguro le habrían escuchado gritar…

EL CURA CABEZA MOCHA

(CUENTO)

FEDERICO SANCHEZ CRUZ

Eran más o menos los años de mil novecientos cuarenta. Yo andaba en los veinticinco- muchacho como tú - que algún día también contarás a tus hijos lo que en esta noche te voy a relatar. Tu padre nació acá en Morropón. Recuerdo que en este pueblo se vivía de la agricultura y de los animalitos que podíamos criar, eso si, bien comidos para poder trabajar de seis a seis; buena carne, cinco panes por medio, leche fresca y pura… No nos podíamos quejar. Un se divertía sanamente en los chicheríos y en las fiestas del pueblo. “Chamaquito”, “San Isidro” y la “Virgen del Carmen” eran fiestas muy mentadas en donde no faltaban la “cumanana” y el “tondero” a golpe de arpa y guitarra. La gente se amontonaba en el centro de la plaza o alrededor del chicherío a ver bailar o escuchar los contrapuntos entre los cumananeros más famosos, unos morropanos y otros forasteros… ¡Esos negros si que sabían cantar!
Eso si, en la fiesta aparecían los “Pitingo” o Froilán Alama o Isidoro, seguro que había muerto, pues esos que te estoy mentando eran pistoleros muy “respetaus” y muy famosos, el que menos les tenía miedo… ¡Esos eran hombres!... Después de una pausa y una mirada esquiva, continua el relato. Sus ojos se inquietan para escudriñar entre la quincha de varas de guayaquil como si entre ellas se ocultaran los osados personajes. Por culpa de ellos y de muchos bandoleros, los caminos se habían vuelto peligrosos. A la pobre gente que bajaba con sus piaras de la sierra para hacer sus compritas siempre los asaltaban y les quitaban su platita… No se… el hecho es que asaltaban y a veces hasta mataban y la gente comentaba a escondidas que ellos robaban para ayudar a los pobres Los asaltos iban y venían y la gente siempre pendiente Quienes eran los que se escondían cerca al cerro “Pilán” por el camino que conduce a Chulucanas y los caminos que van a la sierra.
La noche anterior aullaron los perros y corrían de un lado para otro, la lechuza hizo bulla en los techos y se revoloteó por toda la iglesia. Cerca de la quebrada de Sondorillo se asustaron las soñas y mi mamá pasó la noche sentada en la barbacoa pensando que algo malo iba a pasar. De vez en cuando cogía el rosario y las estampitas y les rezaba en voz baja. Hasta que aparecieron los primeros rayos de luz del día naciente. Ese día fue muy raro, opaco como suelen ser los días de desgracia…Creo que fue “Domingo siete”.
Recuerdo bien que eran las cuatro de la tarde cuando unos churres que venían por el lau del colegio “Mogollón” entraron por la calle Buenos Aires, temblando, asustadísimos y con gritos que casi nadie les entendía… e…e…el…cu…cu…curi…curita… e…e…el…cu…cu…curi… curi…curita. Muchas mujeres los llamaron, los hicieron sentar debajo de una ramada, les dieron agua con azúcar, los limpiaban con hierba del susto y cún-cún hasta que se tranquilizaron y dieron la noticia de haber visto muerto al cura. Cerca de la quebrada “Sondorillo”, camino por la trocha en donde los matorrales de overal, guayacán y papelillo se levantan como las nubes de marzo; allí se habían escondido los facinerosos y al curita que venía de celebrar la misa en honor a la Virgen de Pacaipampa, seguramente porque venía con botas, látigo, caballo y buen sombrero, lo confundieron con hacendado y lo asaltaron – Y como se resistió lo mataron, mochándole la cabeza. Esta noticia llego como la tempestad a todos los pueblos y penetró como penetra la humedad del aguacero serrano. La gente no hacía más que comentar este horrible crimen y se pusieron muy asustados, pensando en que Dios mande una maldición a todo el pueblo. Las tertulias y los rezos eran interminables. Se hizo nueve días de duelo, porque así se acostumbra – Usted hubiera estado en esos rezos todo era tristeza, era más tristeza cuando se cantaba la “Salve de las vacas”; la gente lagrimeaba al repetir el pedacito ese…¡Salve, Salve salve, Purísima madre!. Se recorrió en procesión a Chabaquito y se pedía castigo para los culpables…Recuerdo clarito como en los chicheríos más famosos,a gope de atapa y madrugada, se escuchaban los versos:

El que asesinó al curita
faltando a la religión
no merece ni el perdón
de la Santa Virgencita
…el que asesinó al curita

Los malditos criminales
delincuentes corrompidos
por el crimen cometido
recibirán muchos males
…los malditos criminales


Desde que sucedió esa desgracia y por mucho tiempo, todos los muchachos teníamos miedo pasar por allí. Los agricultores que salían de sus parcelas, apuraban sus bestias antes que oscurezca y los gane la noche. Los mayores nos tenían advertidos que el “cura cabeza mocha” aparecía colgado entre las ramas de un overal, llamando a la Virgencita y pidiendo justicia. Allí está Marcial “Chilingo” que se fue a la leña y cuando le dio hambre fue a buscar la “gata” para comer y halló la portavianda vacía y todavía bien lavadita; lueguito sintió frío por todo el cuerpo, y antes que el curita lo atrape pegó la carrera dejando leña, hacha y burro.
Pasando la “pampa el gol”, cerca de la quebrada Sondorillo hay una pequeña loma donde antes se huaqueaba en Semana Santa. Al lado del camino, unas piedras grandes simulan un mausoleo o dan forma a una tumba con una torcida cruz de hualtaco. Algunos paisanos al pasar por allí, suelen ponerle una velita, un ramo de flores, una moneda antigua o rezar una oración por el alma del curita.
Y que cree, mi’jo, no ajustó ni un mes de muerto el cura, para que cayera Isidoro. Abatido por no sé cuántos balazos en ese caminito que va rumbo al “chorro”. La persecución había sido por varios días desde cruz de caña, entrando por Chulucanas y pasando por el Cerro “Pilán” para llegar a Morropón en donde al pobre lo abandonaron el caballo, las fuerzas y las balas.
Mucha gente vio agonizar a Isidorito y ellos me darán su palabra pues para que se pueda morir tuvieron que triturarle y rasgarle el pellejo como quien pela un chivo, porque debajo del cuero tenia imágenes de muchos santos que le impedían morir.


A espaldas de colegio “Miguel Grau”, hay un pequeño mausoleo hecho de cemento, empolvado y con una vieja cruz de corazón de algarrobo, allí la gente suele velar; pero que raro mi’jo; la vela la prenden por el “culito”. Un día pregunté a un curioso y me contestó que esto lo hacen las personas para hacer daño a otras, llevan su fotografía, la velan de esta forma y piden al ánima les haga ese “favor” … en fin… eso dice la gente...